Masanobu Fukuoka fue un biólogo y agricultor japonés, conducido por circunstancias vitales a convertirse en un reconocido filósofo y en el abuelo de la agricultura natural
pero yo quería escribir sobre pedagogía… ¿qué hago estudiando métodos de cultivo del siglo pasado?
Fukuoka comienza su carrera en un puesto de trabajo importante y muy bien pagado, en el que dedica incontables horas a observar lo minúsculo a través de un microscopio
este trabajo y “una vida sin sentido” provocan una enfermedad y la enfermedad, a su vez, una crisis existencial, que culmina en una revelación:
“En este mundo no hay nada en absoluto… No comprendo nada”
al día siguiente, el hombre abandona la academia y regresa al campo
entre risas alegres y comentarios sobre la vida y la muerte, deja de lado su puesto y una prometedora carrera y se aleja de las miradas preocupadas de sus compañeros, que no entienden este brusco cambio de dirección
¿nihilista? en absoluto…
la primera puesta en práctica de Fukuoka fue en el vergel de su padre
incapaz de comunicarse y cansado de intentar dar explicaciones, decide demostrar sobre el terreno su filosofía del no-hacer, confiando en que la naturaleza se cuida a sí misma, lo que concluye con los árboles de la familia echados a perder…
“Esto no es agricultura natural: es abandono”
y desde aquí podríamos comenzar a unir los puntos…
me interesa una pedagogía -etimológicamente: conducir a los niños- que mantenga la premisa de Fukuoka:
“La humanidad no sabe nada en absoluto. No hay valores intrínsecos en nada y cada acción es un esfuerzo inútil, sin sentido.”
¿dicho de otra manera? somos ignorantes y no hay nada por lo que preocuparse… pero entonces, ¿cómo enseñar? ¿cómo “conducir a los niños” ?
Fukuoka nos enseña con su primera puesta en práctica que la agricultura (léase enseñanza) natural no es igual al abandono
no, no queremos soltar a los alumnos y mirar hacia otro lado
lo que queremos es encontrar un método de la misma manera en que Fukuoka encontró el suyo: probando cuánto podemos NO hacer
para terminar definiendo nuestra actividad en negativo: esto es lo que NO es
¿por qué? porque jamás comprenderemos la complejidad biológica en su totalidad, porque la solución no está en aislar ni en buscar más nombres y categorías, porque los sistemas modernos que persiguen la máxima productividad generan desgaste y polución (seguimos hablando de agricultura y pedagogía), porque considerar que la naturaleza es sabia y nosotros estúpidos tiene más sentido
porque más no es mejor… mejor es mejor… y en esta sociedad de exceso y sobreinformación, mejor suele ser… menos
“No me gusta la palabra trabajo. Los seres humanos son los únicos animales que tienen que trabajar y esa es la cosa más ridícula del mundo. Otros subsisten simplemente viviendo, pero la gente trabaja como loca pensando que debe hacerlo para poder estar viva”.
pero no, Fukuoka no era un nihilista ni un vago… de hecho, la mayoría de alumnos que intentaban aprender su método duraban poco junto a él
porque lo natural no es el abandono, sino aprender a leer los ritmos y los ciclos del entorno, hacer lo justo en el momento y en el lugar adecuados y, sobre todo, estar ahí, en un estado de atenta y centrada presencia
y aprender a estar aquí, presentes, haciendo lo que hay que hacer a cada instante, es difícil
y sí, seguimos hablando de agricultura y de pedagogía
hemos comentado su primer fracaso, pero no hemos dicho aún que Fukuoka, enfrentado a la academia y a todos los “avances” tecnológicos a su alrededor, logra la mayor producción de todo Japón
los expertos visitan sus tierras, pero todo lo ven a través del limitado prisma de su especialidad, sin captar la imagen completa
mientras otros intentan superar a la naturaleza, Fukuoka colabora con ella, escucha atentamente y deja de intentar ser inteligente y conocer… al contrario, se reconoce como un hombre sencillo y normal, incluso estúpido, y es en ese renunciamiento donde aparecen la felicidad, la salud y esa sabiduría no-discriminante que surge desde dentro cuando uno deja de buscarla
“Si se le da una oportunidad a la naturaleza, ella lo hace todo por su cuenta. ¡Nosotros no cultivamos la comida, la naturaleza cultiva la comida!”
no quiero dar soluciones perfectamente masticadas, no quiero que la respuesta sea un protocolo fijo, no quiero soltar largos discursos que demuestren cuánto sé, no quiero robarles a mis alumnos el placer del descubrimiento
no quiero eficiencia y productividad
“¿Qué hay de malo en una tasa de crecimiento del 0%?”
una tierra y una psique contaminadas, gente confundida, sensibilidad atrofiada, el agotamiento de los recursos, la ansiedad y desintegración del espíritu y una creciente incapacidad para disfrutar de esta vida que es música y poesía
eso ha sido el intento de la humanidad por conseguir algo
“Al comienzo no había razón para progresar y nada que debiera hacerse. Hemos llegado a un punto en el que no hay otro camino que organizar un movimiento para no hacer nada.”
quiero aprender de mis alumnos, quiero escuchar y observar cómo están a cada momento, quiero confiar en que son capaces, inteligentes y creativos, quiero comunicarme en relaciones no mediatizadas, quiero dar lugar a entornos ricos y situaciones estimulantes, quiero que miremos profundamente hacia dentro, hacia los demás y hacia el mundo, quiero que los niños y que los niños-adultos encuentren en clase algo que no tiene nombre y que siempre había estado ahí
quiero ser capaz de decir que, en realidad, nunca le he enseñado nada a nadie
¿y si el profesor dejase de ser una autoridad, temerosa por defender su rol, que llega al aula dispuesta a aplicar sistemas cerrados y depositar la verdad en sus alumnos, receptáculos del conocimiento sagrado? ¿y si dedicásemos nuestra energía a escuchar qué es esencial y a responder con toda la sensibilidad y creatividad de la que somos capaces?
¿qué clase de revolución sería posible en nuestras clases y en nuestros alumnos?
Fukuoka no era pobre de cuerpo ni de espíritu, a pesar de lo apartadas del intelecto occidental que puedan llegar a estar sus palabras… él no abandonó ni perdió la esperanza
y con este artículo no seré capaz de hacer justicia a su vida y a sus enseñanzas
pero lo importante no es la persona, sino ese regalo minúsculo que su experiencia del vacío nos dejó: una brizna de paja… algo pequeño y ligero, que podía empezar una revolución y cambiar el mundo
tal vez lo hizo, tal vez lo esté haciendo…
no lo sé, porque escribo esto y me reconozco como un hombre normal y sencillo, incluso estúpido…
pero quiero enseñar como Fukuoka
(todas las citas pertenecen al libro “La revolución de una brizna de paja” de Masanobu Fukuoka, 1975)
ah, y una posdata: