hace un par de noches tuve un sueño del que aún no sé si puedo decir nada
tal vez en un tiempo me vea capaz, tal vez sea el tema de otra entrada de blog de aquí a unas semanas
la cosa es que me desperté profundamente afectado y me vi obligado a echarle un vistazo a mi vida… a mi día a día, quiero decir… porque eso es la vida, ¿no?
lo que hago y lo que no hago con mi tiempo
creo que la causa del sueño fue haberle dedicado demasiado tiempo y demasiada energía a proyectos y trabajos que NO son mis proyectos ni mis trabajos
y entonces me acordé de este blog, en el que hace ya un rato largo que no escribo nada… porque necesito que lo que hago sea siempre perfecto, porque exponerse da miedo y porque no tengo ideas coherentes con un principio y un final…
mis profesores decían que doy pinceladas al aire
bueno, tampoco escribo porque ahí fuera ha habido muchos conciertos y muchos viajes y muchas personas y el sol saliendo casi todos los días y para cuando uno se da cuenta el verano ya se ha terminado y hemos llegado derrapando al final y miramos atrás como diciendo “uuuff”
no escribo porque antes de sentarse a escribir hay que levantarse a vivir y eso se lo leí a Thoreau cuando tenía quince años y desde entonces he procurado hacerle caso
y no escribo porque acabé el año –el año acaba en verano y empieza en septiembre– bastante descontento con las redes sociales y asustado con toda la algorritmia que veía a mi alrededor
algorritmia es un neologismo
decir un neologismo queda mejor que una palabra inventada y mucho mejor que una palabra que me acabo de inventar
la definición de algorritmia sería algo así como:
todo desajuste en el comportamiento de una persona causado por el intento de adecuarse al algoritmo
el algoritmo es el que te enseña una foto de un culo antes que la de un paisaje y un vídeo de bailes tontos antes que este blog
el algoritmo es un tirano
y nos adecuamos a su tiranía cuando hacemos algo que no haríamos sólo porque sabemos que va a “funcionar” mejor
cuando dejamos de hacer arte para hacer contenido
David Sylvester dijo:
“A los artistas debe permitírseles tener temporadas malas. Debe permitírseles hacer trabajo malo. Debe permitírseles meterse en líos. Debe permitírseles los experimentos fallidos. También debe permitírseles tener épocas en las que se repitan. Funcionar de manera poco fructífera y sin sentido antes de recuperarse y seguir.
El tipo de atención que reciben ahora, el tipo de atmósfera de excitación que recibe hoy en día la creación de obras de arte, la manera en la que todo se hace en público… Es realmente demasiado.
Esta presión es tal que se vuelve anti-creativa.”
David lo dijo en 1967…
David debe de estar revolviéndose en su tumba.
David nos diagnosticaría algorritmia crónica del grado más alto y sería un diagnóstico colectivo: nos diagnosticaría como civilización.
“La locura es rara en los individuos, pero en grupos […] es la regla.”
F. Nietzsche
Y no puedo evitar preguntarme cuándo empezó esto. Si los primeros homo sapiens que pintaron ciervos y cabras en las paredes de sus cuevas también se sintieron presionados bajo la mirada de sus compañeros.
Me cuesta imaginarlo…
¿Cuándo deja nuestra expresión de ser genuina?
¿Y si no nos fijamos en la historia de la humanidad? ¿Y si nos fijamos en la historia de nuestras vidas?
¿Cuándo se nos da a elegir entre apego y autenticidad? Porque la elección estaría clara. Al menos lo estaría para un bebé humano, que es la criatura más vulnerable que hay sobre la faz de la tierra.
Cualquiera de nosotros, durante nuestros primeros años de vida, hubiera elegido el apego. Cada vez que se nos obligase –inconscientemente– a tomar esa decisión, lo hubiéramos hecho así.
De hecho, lo hicimos...
Así que no es de extrañar lo que ha ocurrido. Esta algorritmia colectiva recién diagnosticada no es un error, es una respuesta perfectamente normal a un entorno anormal.
Y seguiría divagando, pero Gabor Maté ya ha escrito este libro. Así que sólo puedo terminar diciendo –sin concluir jamás– que tal vez cada gesto auténtico, todo instante de expresión sincera, esté ayudando a sanar esta herida.
Tal vez Bob Dylan de espaldas al público y Guy Piccioto colgado cabeza abajo de la canasta de baloncesto estuvieran curándonos sin que lo supiéramos.
Tal vez haya que abrir el tejido cicatrizado para poder sanarlo como es debido.
Tal vez aún seamos capaces de hacer lo que queremos hacer, lo que sentimos que debemos hacer, incluso si esto supone conflicto, pérdida… no gustarle a los demás.
Tal vez decirlo sea más fácil que hacerlo. Pero aquí estamos y esto es lo que hay. Y resignarse en silencio sería demasiado fácil…
Así que creo que voy a pasarme por aquí más a menudo.
Gracias por leerme. Y gracias por cada gesto sincero que limpia poco a poco nuestro trauma compartido.
Gracias, por los garabatos de los niños y por todo el arte inútil, egoísta y necesario que nos rodea.